Diarios de Pandemia: Ep1 - ¿Cómo Estás?

Una pregunta tan sencilla que a veces la hacemos para llenar una conversación, o porque es lo apropiado al saludar a alguien. Acompáñame a explorar diferentes escenarios...

¿Cómo estás? -Una pregunta tan sencilla cuando todo es bello.

Cuando la vida fluye y salen mariposas de nuestros zapatos al caminar, la respuesta es rápida, fácil, y ligera. Hay sonrisas, se cuentan anécdotas, y cada quien sigue su rumbo. Y lo más probable es que ambas personas se olviden de los detalles de la conversación, ya que no hay mucho que reportar.
Si estuviéramos en una película, la escena terminaría con un ‘Y vivieron felices para siempre. Fin’.

¿Cómo estás? -Una pregunta densa en momentos difíciles.

Cuando atravesamos por tiempos difíciles, digamos cuando un familiar está enfermo, y alguien nos pregunta el famoso ‘como estas’, hay un silencio. Pasas la saliva. Y depende del grado de amistad y confianza, la respuesta puede ser corta o larga. Pueden también haber mentiras en la respuesta para ocultar dolor y no sentirnos vulnerables. Si la otra persona es cercana, agárrense, que viene la catarsis. Y es natural, abrimos nuestro corazón y sentimientos cuando estamos en confianza, cómodos, y rodeados de amor.
Si estuviéramos en una película, la escena terminaría con un ‘Esta historia continuará…’

Y finalmente... ¿Cómo estás? -Una pregunta de doble filo en épocas de pandemia.

El “¿cómo estas?” en épocas de pandemia puede resultar ser una pregunta bastante complicada. La respuesta puede variar dramáticamente día a día, hora a hora, e incluso minuto a minuto. Cuando compañeros de trabajo me preguntan, ¿cómo estás?. En cuestión de segundos, pienso… en realidad ¿quieres saber? ¿Será apropiado contarle a un compañero de trabajo que hace unos minutos, la depresión me hundía en la cama, pero con todas la fuerzas del universo logré levantarme y ésa fue la gran victoria del día? y dicho sea de paso, por favor felicitame.
Si estuviéramos en una película, la escena terminaría con una interrupción por falta señal, jaja!

¿Cómo estás? Una pregunta tan sencilla pero a la vez tan cargada. Te invito a que pienses en todas las veces que has mentido, respondiendo casualmente con un ‘bien, gracias, ¿y tu?’. O simplemente evades la pregunta y sales corriendo por la salida de emergencia más cercana.

Sería bastante interesante que un día todos digamos la verdad ante esta pregunta. Esto nos dejaría vulnerables, reales, y sin barreras. Probablemente la sociedad y nosotros mismos no estemos preparados. Pero lo que sí está a nuestro alcance, es responder esta pregunta en nuestra mente, a diario.

Por unos segundos, te invito a que dejes de leer, cierres los ojos, reposes ambas manos en tu corazón, y respondas en tu mente a ésta pregunta tan sencilla, ¿cómo estás? Sé sincero contigo mismo y deja las expectativas de la lado. Escucha, siente, y respira.

Considero importantísimo identificar y traer conciencia a nuestros sentimientos y emociones, especialmente por los momentos que estamos viviendo. La Pandemia emocionalmente trae muchos miedos e inseguridades. Más de lo normal. Si nosotros cubrimos estos miedos e inseguridades con otro capítulo de Netflix u otro tazón de helado, estamos cubriendo una herida grande, con un curita muy pequeño. Eventualmente ese curita ya no servirá y nosotros explotaremos. Esta explosión se puede ver reflejada de muchas formas. La más común es cuando reaccionamos con nuestros familiares, compañeros de trabajo, amigos, o con extraños que se cruzan en nuestro camino.

Brené Brown, una de mis escritoras favoritas, afirma que muchos hemos crecido con la idea de que la vulnerabilidad es un sinónimo de debilidad, esto significa que siempre tenemos que ser fuertes, sin excepción alguna. Brené explica que cuando negamos nuestras emociones, éstas nos dominan. Pero cuando las identificamos, podemos encontrar la salida a nuestro dolor, incomodidad, y sufrimiento. Esto me causa mucha curiosidad, yo crecí con la idea de siempre ser fuerte, y claro, eso me ha sacado a flote en varias situaciones, pero también reconozco ¿qué hubiera sida si hubiera procesado ‘debidamente’ aquella decepción? Ese corazón roto de hace más de 10 años. Ahora soy consciente que es más fácil esconder el dolor y la decepción bien al fondo de mi corazón como una manera de olvidar y seguir para adelante. Ser fuerte puede ser una cualidad y a la vez una debilidad. Para mí, lo es.

Una de las lecciones de esta Pandemia, es que estoy aprendiendo a sentir. Si estoy teniendo un día lindo, lo siento plenamente, sonrío, y agradezco. Si estoy teniendo un día difícil, lo reconozco e identifico dónde lo siento en mi cuerpo, muchas veces es en mi cabeza, hombros, pecho, o estómago. Luego me pregunto a mi misma, ¿tengo control de la situación? Si puedo, de alguna forma, cambiar la situación, chevere, batalla ganada. Si no puedo cambiar la situación, luego de haber identificado lo que siento, lo digo en alto o en mi mente: ‘hoy me siento triste’, o mi muy popular ‘hoy me siento sola’. Y luego me ayudo de alguna forma, ya sea sentarme a meditar, oler aceites esenciales, vestirme de colores alegres, un mensaje a mi mamá, conectar con amigas, mover el cuerpo, o pasarme palo santo por todo mi ser para alejar las malas vibras. Sea cual sea la herramienta que use, o en su defecto, si decido quedarme estática (por que todo es una decisión), respiro, y hago lo posible por no hundirme. En otras palabras, me ayudo. Considero, que aún existe una especie de tabú en el tema de ‘auto-ayuda’. Poco a poco estamos rompiendo este tabú, pero para muchos todavía resulta extraño tomar ese paso adelante para sentirse mejor. Vivimos en una sociedad llena de estímulos externos, pero qué bonito sería si exploramos cómo está nuestro ‘yo interno’, no sólo para ser mejores padres, hermanos, hijos, cual fuese la etiqueta que nos ponemos, pero más importante, para conocernos a nosotros mismos y dejar brillar la mejor versión de nuestro ser.

Una vez más, pregúntate, ¿cómo estás? Y escucha con atención.